viaje a Amsterdam (27 de agosto)

Último día, pues. Desayuno, última incursión en el Mercado de las Flores, cierre de maletas (que se van a quedar en el hotel) y abandono del apartamento.

No tenemos muy claro a qué dedicar el día, así que vamos caminando hacia la zona de museos y de ahí al parque Vondelpark. Aquí inesperadamente nos cae un chaparrón, pero lo más curioso es que vemos un iPhone abandonado en un banco; huelga decir que, Europa o no Europa, a los 5 minutos ya no está.

Debatimos dónde comer ya que no hay ideas claras y volvemos hacia lo que hay detrás del Heineken Experience. Aquí tampoco encontramos nada completamente de nuestro gusto y nuestra líder pregunta en una librería o tienda de prensa donde la dirigen a un restaurante de crepes; aunque simples, no se puede decir que estén mal, el sitio es simpático y están dando la Vuelta por la tele. Después de eso, más paseo hasta otro café donde tomar café (ya, ¿pero qué le hago a la frase? Había puesto «bar», pero no es exacto).

Ya lo que queda es volver al hotel, recoger las maletas, llegar a la estación… Vamos como una hora adelantados a lo que habíamos planeado, pero realmente no vale la pena demorarse mucho más.

En el aeropuerto va la cosa rápido y pronto podemos coger una mesa en el restaurante o bar o lo que sea, sacar los juegos y lanzarnos a algunas partidas más. Poco más que reseñar. El avión se retrasa media hora y se informa muy mal.

Y ya de vuelta en España choque de humedad y calor. Aquí tenemos además el primer control Covid de todo el viaje, aunque se limitan a hacer una comprobación de que los viajeros han rellenado un documento en el que dicen no estar contagiados ni tener síntomas…

Y con eso y un bizcocho, mañana si me acuerdo ato algunos cabos que quedan pendientes.